En estos últimos meses la vida se nos ha mostrado con todas y cada una de sus cuatro letras. Y en mayúsculas. Hemos estado la mar de entretenidos con nuestro matrimonio, sus mil y un preparativos, las peripecias segovianas, la familia y las charletas en polañol o espolaco, la luna de miel con sus aviones para arriba y para abajo... Pero afortunadamente para vosotros, como no somos de esas parejas pesadas que no paran de atraer a sus amistades a casa para enseñar las fotitos de rigor y contar todas las anécdotas, lo que vamos a hacer es mostraros simplemente uno de esos rincones del mundo donde los sentidos parecen agudizarse al máximo y llegar casi casi casi al éxtasis: El Palacio Real de Ubud. Allí mismo, el perfume de la flor del frangipani, el calorcillo propio de la noche tropical y la música gamelán se unen para llevarte al mismo cielo*.
* No, no, no... No se asusten, que no me he olvidado del sentido del gusto y de uno de los platos más exquisitos que he podido probar en mi vida y que os recomiendo si tenéis la ocasión: el ayam panggang taliwang, un pollo a la brasa muy picantito que casa a la perfección con unas Bintang bien frías -nótese el plural- mientras escuchas un disquito de música tradicional gamelán como por ejemplo éste que me compré y que sonará en casa siempre que nos entre la morriña balinesa:
Y eso es todo por hoy. Ahora aprovecharé para hacerme de nuevo con la dinámica del Blog, para pasarme por vuestras casas y para seguir disfrutando de la vida, que para eso y no para otra cosa, hemos venido a este mundo.
¡Abrazos!
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