viernes, 31 de julio de 2015

Una de esas joyitas: Steve Hackett -'Voyage Of The Acolyte':


Si se me permite he de decir que, fuera del ámbito musical y para empezar, hay una cosa que está clarísima: la portada de este disco es en mi opinión el ejemplo más rotundo de esa expresión típica que sueltan las abuelas y las madres cuando ven a sus muchachillos con el alma por los suelos (por múltiples razones que ahora no vienen al caso) y que viene a decir que lo verdaderamente importante y lo bueno se encuentra en el interior de cada uno. ¿Me equivoco?

Si se me permite he de decir que, ya dentro del ámbito musical y para continuar, una discográfica multinacional se puede encargar de contratar al más moderno e irritante genio de la fotografía, de la ilustración o del diseño, se puede esmerar con una edición 'digipackdeluxe' con múltiples desplegables, postales de recuerdo, suculentos extras y demás fruslerías que da igual. Da igual. Si al final de todo resulta que lo que estás escuchando no es lo que te esperabas, nada podrá enmascarar la decepción reinante en tu habitación.

Eso nos ha pasado unas cuantas veces: un empaquetado exterior precioso y dentro un bodrio de sonido. Pero ojo, también al revés: una estética la-men-ta-ble (por mucho que la portada sea creación de tu mujer, la artista gráfica brasileña Kim Poor, y resulte ganadora del premio a la mejor portada de 1976) y en el interior unas canciones que te dejan patidifuso… Tal y como me ha sucedido recientemente con Steve Hackett y su debut en solitario de 1975 titulado ‘Voyage Of The Acolyte’.


Todo el mundo sabe que soy un entusiasta del Progresivo, pero eso no significa que me meriende todo lo de ese mundillo sin ton ni son. Por ejemplo, aún hay alguna que otra pieza de este género que no acaba de encajar en mis oídos como los ELP (muy virtuosos ellos), Pink Floyd (obviando sus discos totémicos me atrae más su etapa psicodélica ¡qué se le va a hacer!) o los Genesis de Peter Gabriel (tan crípticos que se me escapan)…  Y ahí es donde entra a jugar este tipo de álbum para hacer saltar la banca y romper mis esquemas una vez más.

Aviso a los fans de los trabajos en solitario de Steve Howe y demás maestros de los maratonianos y ultrasónicos punteos: escuchar 'Voyage Of The Acolyte' significa enfrentarse a un disco atípico tratándose de la obra en solitario de un guitarrista de Rock Progresivo. No hallarás nada de egos desmedidos y solos de guitarra aún más desmedidos. El instrumento de Hackett no destaca en absoluto entre la maravillosa conjunción de arte que se desparrama a lo largo del minutaje del álbum. Eso sí, hay mucha creatividad y mucho talento suelto: Mike Rutherford, Phil ‘chicoparatodo’ Collins, la hermanísima Sally Oldfield, el ex-Roxy Music Johnny Gustaffson y otros músicos de contrastado nivel que hacen que el resultado global sea brillante, majestuoso, épico, conmovedor, monumental, bla bla bla y así ad infinitum.

Este finísimo trabajo, pese a ser bien recibido por el público y por la crítica, no pasó por su época con toda la gloria y el esplendor que se hubiera merecido. No es de extrañar: la industria musical iba a toda pastilla, la competencia artística era feroz, el tirón Genesis seguía haciendo complicado el llevar asuntos propios paralelos a la banda madre, ya no estamos hablando de inicios de los 70 en cuanto a aceptación del Rock-Progresivo (los británicos son unos cainitas muy de modas y en el horizonte musical de 1975 ya se empezaba a asomar una cosa llamada Punk) y para finalizar de una vez por todas con la retahíla de adversidades, nuestro álbum no incluía entre su listado un pelotazo como tal. Pero no hay que preocuparse por estas cosillas, porque el tiempo pone cada cosa en su sitio y poco a poco ‘Voyage Of The Acolyte’ se ha ido revalorizando en todo su conjunto. Si te atreves a darle al 'play', verás cómo Steve consiguió su propósito: soltarse, liberarse… Viajar con la música. Y verás cómo te arrastra con él.

‘Voyage Of The Acolyte’ presenta momentos cumbre verdaderamente impresionantes. Son difíciles de seleccionar porque se tratan en su mayoría pinceladas, breves pasajes e interludios que transmiten una belleza de una monumentalidad casi áulica. Así es el caso de las instrumentales "Hands Of The Priestess I y II"  y de la gozosa sucesión conformada por “The Hermit” + “Star Of Sirius” (bendito vibráfono) + “The Lovers”, una comunión de composiciones que se encuentra a un nivel al que muy pocos coetáneos pudieron llegar. 
Otro acierto del álbum es que posee un gancho especial. Desde los primeros compases hay algo que hace que te quedes pegado y atento hasta el final de la obra, que tiene como cúspide y cierre a “Shadow Of The Hierophant”. Quieta tensión, magnético encanto. Recomendadísimo vamos.





Jamás dejaré de asombrarme ante lo que me rodea. Creo que en ese aspecto soy afortunado. Siempre estoy como un niño chico. La inmensidad del universo, de este mundo, de la música… ¡Buff!  Me relamo pensando lo que aún queda por descubrir.

Solamente un Basquiat:

viernes, 24 de julio de 2015

Recetario Musical: Sushi de gominolas y Pizzicato Five:

La recetita que os traemos a continuación es de una riqueza de matices, de una idea de lo global, de una multiculturalidad y también de una tontería y una sencillez tal, que será muy difícil que os podáis resistir a hacerla en casa para quedar como unos campeones de la gastronomía audaz, dulce y simpaticona.

Mi consejo es que queda perfecta como sobremesa después de unas cuantas tandas de sushi, maki, nigiri y de todas esas variedades procedentes de Japón que tan en boga están y tan ricas saben al hincarles el diente. Porque eso es así, está que te mueres el invento.

En otra ocasión haremos un recetario musical del sushi de verdad (el de arroz avinagrado, algas, salmón marinado y verduras al gusto), pero hoy vamos a empezar al revés, por el tejado de la casa y le damos el turno de inicio al pequeño detalle, a la nota graciosa de la velada, a la chorraína… El sushi de gominolas:


  • Ingredientes: Gominolas a tutiplén: Nubes blancas o rosas para simular la base de arroz.   Tiburones de colores, ballenas, momias y demás para poner en lo alto de las ya mencionadas nubes. Cintas verdes de picapica para suplantar al alga nori que envuelve el maki sushi y la tira que engancha el nigiri sushi. Fresas, moras, corazones de melocotón y lo que os salga del papo para poner encima y dar variedad al conjunto. Regaliz de fresa y nata para hacer el interior del maki sushi… Como podéis observar, la gracia está en intentar aproximarse lo máximo posible a la imagen del plato real, crear un trampantojo gastronómico y, en la medida de lo posible, currárselo un poquito, aunque me gustaría que quedara claro que la libertad siempre estará por delante en este tipo de movidas.

  • Elaboración: No hay mucho misterio. Simplemente hay que montar los nigiri (los de los tiburones y las otras chuches) lo más cerca de la realidad, es decir, montando la gominola sobre la nube y luego rodearla o no con la cinta verde. Y los maki sushi pues de la misma manera, introduciendo el regaliz en el interior de la nube y luego rodearla con la cinta y pincharlo con la puntita de un palillo que previamente hemos preparado y cortado. Ojo  esto quiere decir que si vamos a preparar este platito para nuestros primos, hijos o sobrinos tenemos que estar al tanto y pasar de poner estos palillos, ya que estoy seguro que no queremos para nada salir en las páginas de sucesos de nuestro periódico local ¿Verdad?

Y eso es todo, unos cuantos minutos de preparación montando, pinchando, emplatando y tal para ver cómo en menos de un nanosegundos desaparece todo rastro de chucherías del plato... ¡Pero qué satisfacción al escuchar ese ohhh de sorpresa de los comensales! ¡Ver sus caras mientras dan esos bocados enormes! ¡Eso es que no tiene precio! Como no tienen precio los jubilosos y pastelosos ritmos Acid-Jazz de los tokiotas Pizzicato Five:

jueves, 23 de julio de 2015

Una de esas joyitas: A Perfect Circle - 'Mer De Noms':

Final de la década de los 90 e inicios del 2000. Período en el que vas y decides dejarte crecer el pelo, todo él (el facial también cuenta porque eras así de espléndido y un adelantado a los hipsters), en que decides vestirte única y exclusivamente con chándales Decathlon varias tallas por encima de la necesaria, en que te recluyes dentro de ti mismo ya que te daba un poquitín de miedo el estar en sociedad…

Final de la década de los 90 e inicios del 2000. Período en que triunfaban bestias pardas como por ejemplo Marilyn Manson, Rob Zombie, Slipknot y el Rock de toda la vida de Dios bifurcaba sus ramas hacia lo que se iba a llamar Nu-Metal. La siempre rebelde e inconformista juventud tenía ya a sus nuevos ídolos músicales.

Como no podía ser de otra forma, yo estaba a por uvas en esa época de mi vida y no llegué a tiempo de montarme en esa corriente musical. Es decir, no tengo ningún disco de Korn, Limp Bizkit, Coal Chamber o Papa Roach pero sí unos cuantos de Jon And Vangelis, Triana, Grateful Dead o la mismísima Mahavishnu Orchestra. Desnortado total, vamos.

Pero no todo en mi vida era tan "clásicoretroldievintage", créanme. Aunque mi primer trabajo en la carrera de Historia (estamos hablando de 2003) lo realizara con una preciosa Olivetti y para ir de un lado a otro calzara unas cómodas Paredes, la verdad es que mis orejas echaban siempre que se podía las redes en los procelosos mares de la música del momento.

Por aquél entonces la radio seguía siendo la herramienta principal para descubrir sonidos nuevos y alternativos con los que llenar mi habitación. Internet y toda su capacidad todavía me quedaban muy a trasmano. Bienvenido Al Paraíso’ de Carlos Pina, en la por entonces entretenida Radio3 era uno de esos programas radiofónicos referentes. Recuerdo como si hubiera sido ayer mismo cuando, enmarañado entre las ondas hertzianas, escuché ahí mismo y por vez primera las canciones de 'Mer De Noms', el disco debut de la banda estadounidense A Perfect Circle. 


Recuerdo estar tumbado, mirando al techo y casi sin pestañear, como un pasmarote, ante canciones como "3 Libras” y “Sleeping Beauty”... 
¡Fuáaachaval!


Pues os tengo que contar una buena nueva. Estos recuerdos, que se quedaron guardados en el pasado y que de vez en cuando se veían fugazmente avivados tras fortuitos encuentros "youtubescos", se han visto definitivamente confirmados cuando hace unas semanas pude por fin y tras tantos años de espera hacerme con una copia de ‘Mer De Noms’. Increíble. Increíble de verdad.

Se puede decir que la clave del éxito de este álbum es esa combinación perfecta de complejidad y accesibilidad, de dureza y sensibilidad. Y es que sobre esa energía desbordante ("The Hollow") y esa tensión ("Orestes") que te atenaza desde la primera pieza podemos hallar una pátina de elegancia, sensibilidad y madurez ("Magdalena" o "Breña" entre otras tantas) que hace que el conjunto sonoro resulte aún más atractivo y perfecto si cabe. Para más señas, resulta que los artistas de A Perfect Circle han formado y siguen formando parte de bandas como Tool, Primus, The Smashing Pumpkins o NIN entre otras. ¿Sinónimo de calidad?, pues me da que sí. Podría estar describiendo las canciones, pero creo que no tiene mucho sentido. Es un disco para ponérselo de principio a fin y disfrutar de toda su profundidad al detalle.


Tras todo esto sólo puedo decir una última cosa: Si hace 15 años ‘Mer De Noms’ no pudo ser uno de mis discos de cabecera, lo será ahora. Porque los tiempos del Señor son perfectos y porque todo llega y porque mejor tarde que nunca y porque lo bueno se hace esperar y porque el tiempo pone cada cosa en su lugar y porque…