Lo normal en un blog diversoycuasimusical es que se hable de los sonidos que nos atraen, de los artistas y bandas que nos han marcado la vida y los oídos, de lo clásico y lo novedoso, de las emociones y de las vivencias que se generan en torno a ella con rigor y seriedad si es posible. En un tono profundo y reflexivo. Pero no nos engañemos, a los seres humanos nos gusta la chocotaja (es decir, lo uno y lo otro) y también hay espacio para las chorradas y el humor. Para la mofa y el escarnio público. Siempre merecido, claro está, según nuestra opinión.
Por poner un nombre, Melendi es uno de esos artistas que en realidad siempre me ha dado igual. Me resultaba indiferente su obra musical. Ni me molestaba ni me agradaba con su Rumba Asturiana. Y ahí que le dejé, haciendo sus historias, sin prestarle más atención que la de tener que escuchar obligatoriamente en las carpas de las ferias "Mi Rumbita Pa´ Tus Pies", "Desde Mi Ventana" y poco más. Se me antojaba como una especie de sucedáneo o parche que servía para tapar las carestías y ausencias propias de la auténtica Rumba Catalana. Algo parecido a los Estopa (que me perdonen los hermanos Muñoz) pero en plan artista individual y con rastas.
A las claras: Lo que hacía no me conmovía, pero lo respetaba. Él ahí con su rollete y yo en mi casa con mis discazos y mis conciertazos. No problem.
El punto de inflexión llega con su séptimo disco 'Un Alumno Más' -Warner Music 2014-. O para ser más exactos con la desafortunada y atenta escucha de una canción. perteneciente a ese artefacto sonoro ya mencionado, que lleva por nombre "Saraluna".
Siete minutos y pico.
Siete minutos y pico en los que la "canción" (como bien escribe mi amigo Jiménez) de marras hace aguas por todos lados. No me lo podía creer. Segundo a segundo, estrofa a estrofa y estribillo a estribillo la incredulidad, el rubor y la vergüenza ajena que se apoderaba de mi persona iba dando paso a una especie de berrinche, de cabreo cada vez más virulento. Me revolvía en el asiento del autocar, con el cinturón puesto, aguantando y fantaseando con levantarme de mi asiento para obligar al conductor a quitar eso que estaba sonando y poner algo decente… ¡Qué mal rato por Dios!
Sibarita o no de la música, lo cierto es que tengo mis razones y mis pensamientos sobre aquella experiencia. Aquí van unos apuntes:
Para empezar, y ya en los primeros compases, me dio mucho coraje ver cómo unos recursos materiales tan buenos eran desperdiciados sin el menor atisbo de rectificación o sonrojo. Pena al notar como un trabajo y unos arreglos instrumentales-orquestales verdaderamente majestuosos (con coros incluidos) se convertían en un decorado de cartón piedra, en un mal chiste. En epicidad fallida. Muerta. Si Wagner levantara la cabeza...
Y todo este castillo de naipes que era el apartado musical se vino abajo simple y llanamente al entrar en colisión directa con la más o menos voz y las más o menos letras de Melendi, que son para echar de comer aparte. Un lirismo vacío, inexistente, apoético y contraimaginativo. No miento. Entre las líneas de "Saraluna" nos podemos encontrar con perlitas calibre cabeza de Shinnosuke Nohara. Busquen y vean, que yo no me atrevo ya. Simplemente imagínense a la Orquesta Sinfónica de Londres tocando en el Royal Albert Hall mientras vuestro vecino el soso da un paso al frente y se pone a leer, intentando entonar, la típica sección de sucesos de periódico local redactada por un becario de verano. Pues eso. Terrible.
Indagando un poquito más en este asunto hallé que, en su día, las redes sociales oficiales del ovetense se encargaron de pedir a sus miles y miles de seguidores que escucharan esta cancioncita pues según palabras textuales "pocas veces me emociono mientras estoy componiendo y con "Saraluna" os prometo que no paré de llorar". Ante semejante gancho, más de uno podría pensar o creer que estamos ante una composición del mismísimo Serrat, pero qué va. Igualmente, línea tras línea nos topamos con una falta de tacto que sinceramente me llega a asustar. Y no soy el único en pensar así. Varios sitios de Internet se hacen eco de esta canción y se refieren a ella como "una de las perlas narrativas más importantes de lo que llevamos de siglo", "una desgarradora historia desprovista de metáforas" o "una historia de llorar muy fuerte". ¿Sentido del humor? ¡Todo el del mundo! Pero las cosas claras: Si este es el Melendi más maduro y profundo… ¿Qué es lo que nos deparará el futuro?
Los bienpensados dirán que no, que el estilo de Melendi no va por esos derroteros sino por la vía del cantante comprometido, descriptivo y tal, pero es que tampoco es eso. No se acerca al realismo o al naturalismo ni de lejos. Su pluma es simplemente torpe. Eso es lo que creo. Una narrativa plana, pueril, prosaica y pedestre. ¡Las pes son tan sonoras!
En fin, que yo lo único que pretendía con este pequeña reflexión era hacer un poco de justicia a tipos como Víctor Manuel, Benito Pérez Galdós y Rafael Trabucchelli entre otros tantos.
PD: Larga vida a Melendi, faltaría más.