Ayer
mismo tuve la oportunidad de volver a asistir a una de las mayores
celebraciones y odas al ruido (por favor entiéndaseme bien el concepto como sinónimo de
vida) que uno pueda tener la suerte de presenciar: ¡Un
concierto de Motorpsycho!
Y afortunadamente,
por lo que parece, son bastantes las personas que también saben de lo que son
capaces nuestros noruegos favoritos… Así que aunque todo en un principio pareciera
ir en contra: era miércoles, día entre semana, se abrían las puertas prontísimo
a unas horas que no deberían (a las 7:30 de la tarde), y la crisis económica
haga que nuestros bolsillos estén bastante menguados, la gente no se quiso perder
el conciertazo.
Llegamos
prontísimo a la Sala Arena, con mucho tiempo de sobra. Nunca aprendo, pero lo
cierto es que se agradecía ya que el tiempo primaveral y el ambiente en Madrid
hacían que la tarde fuera inmejorable…
Ya dentro
de la sala me reencontré de nuevo con Juan Carlos, el compi de la UAH con el
que coincidí por vez primera en el concierto que Motorpsycho hizo el año pasado
y con Nano Cañamares, que es un tío la mar de simpático y además polifacético:
es el gran baterista de Moongardening Inc (banda que no nos cansaremos nunca de
escuchar, de ver en directo siempre que podamos y de recomendar a todo el
mundo) y también uno de los promotores del concierto.
Los
encargados de abrir la tarde fueron los chicos de El Páramo, un cuarteto
madrileño que lleva ya unos cuantos años juntos y que se emplean con saña en
esto del Stoner de corte clásico e instrumental.
Me gustó muchísimo el
planteamiento musical de esta gente, porque además de toda esa retahíla de
atributos que se consideran propios del género como la contundencia, la aridez,
el ir a piñón y tal, resulta que los músicos de El Páramo poseen tal dominio
sobre sus instrumentos que son capaces de dar rienda suelta a ese espacio de libertad
sonora tan necesario y valorado que hizo que servidor pudiera cerrar los ojos y
dejarse llevar tranquilamente por entre los largos pasajes de sus temas.
El Páramo
terminó su tarea y yo regresé de nuevo a tierra. Cambio de instrumentos,
últimas pruebas de sonido… Hicimos un descanso y fuimos hacia la barra a por
algo de beber pues sabíamos que en cuanto los de Motorpsycho cogieran sus
cacharros y empezaran el show íbamos a necesitar algo con lo que hidratarnos…
Charlamos un poco de música y me apunté la recomendación que me hizo Juan Carlos de The Cult, una banda de la que me han hablado muy bien pero que todavía no he llegado a conocer y poco después nos acercamos al escenario pues empezaba lo bueno:
Los de
Trondheim iniciaban en Madrid su gira española para presentar su último
y grandioso trabajo titulado ‘The Death Defying Unicorn’. Un álbum doble que ya
desde las primeras escuchas califiqué como el ‘Escalator Over The Hill de los
noruegos’, haciendo referencia a la obra de Carla Bley, y es que la amplitud de
miras y la capacidad creativa de estos tipos no conoce límites, yendo siempre
un paso más allá… No se puede describir como Rock, Progresivo, Stoner, Jazz o Clásica… Es simplemente MÚSICA.
Para esta
escala en España los de Motorpsycho (o por lo menos en su parada en Madrid) no
pudieron contar con la presencia y colaboración del teclista Ståle Storløkken, invitado y pieza
clave para el desarrollo de 'The Death Defying Unicorn' debido a problemas de fechas, así que lo que Bent, Snah y Kenneth decidieron fue hacer un repasito a su extensa carrera discográfica para después interpretar alguna que otra pieza de su reciente creación.
No me voy
a parar en detallar todos los temas que tocaron porque esa es una tarea imposible.
Como suele ser costumbre en esta gente, no hubo prácticamente interrupciones
entre un tema y otro, pues todo era parte del mismo discurso que fluía a una
velocidad de vértigo, como una especie de orgía sonora expansiva…
A mi no me cuesta reconocer que soy de esos que se lo pasa pipa haciendo como que toca la guitarra (más concretamente el bajo, que ese es el instrumento que me mola), y por lo que se ve al compañero de la universidad le va lo de hacer de guitarrista, así que desde aquí le propongo que en el próximo concierto que veamos de Motorpsycho hagamos como ellos y... ¡demos espectáculo!
Ahí tenéis una prueba gráfica de Snah experimentando un viaje astral y flipando en colores
(¡a saber lo que llevaba la taza de la que bebía entre canción y canción!)
Aproximadamente
durante las tres horas (no suelo estar mirando el reloj cuando me lo paso bien) que duró el concierto a los
Motorpsycho se les vio más frescos que en la última ocasión, sin los problemas
anteriores (la clavija de la guitarra que se le soltó a Snah, la baqueta que
salió volando de Kenneth o el molesto exaltado que subió al escenario…) Además,
se notaba que venían con ganas porque lo dieron todo, de principio a fin. Si
hubiera dependido de ellos, unas cuantas canciones más sí que se habrían
marcado, pero el local tenía a continuación otra serie de malditos compromisos
y no hubo tiempo para bises…
De diez
la actitud e intensidad de los noruegos.
Al
finalizar el concierto, las caras del respetable (que tuvo un comportamiento y
una implicación genial) se miraban unas a otras como extasiadas, desencajadas y
en su mayoría reflejaban en su expresión lo siguiente: ‘¡Fuá chaval, qué
pasote!’, porque eso es en realidad lo que fue…
En fin,
que fue un auténtico placer verles en acción de nuevo, que me alegro que
tocaran una de mis canciones favoritas “Year Zero” y que ya tengo ganas de que
regresen con otro artefacto sónico de los suyos… ¿El año que viene tal vez?