A
parte de entrañables héroes de la infancia como Cocodrilo Dundee y de esos
animales tan tontísimos que no entiendo por qué todo el mundo adora llamados
koalas, resulta que en Australia pueden presumir de tener otras riquezas nacionales: contar con unos pedazos de músicos que flipas...
Esa
fue, básicamente, la idea máxima que extraje el pasado domingo 24 tras acabar de
presenciar el concierto que The Frowning Clouds, una jovencísima banda
procedente de Geelong y Melbourne -no lo tengo muy claro-, había dado en la
Sala EgoLive de Alcalá de Henares.
Las
reseñas previas que habíamos leído de ellos nos los pintaban como los herederos
del Rock clásico de los años sesenta. Una definición que sinceramente me daba
algo de miedo y de repelús, porque no me negarán que leer esas palabras y
pensar de seguido en una vulgar copia de los Beatles o los Kinks subida al
escenario y berreando himnos no va hilado...
Afortunadamente
-siempre afortunadamente- resulta que estos chavalillos han bebido de esas
fuentes británicas sesenteras, pero sin quedarse en la sólo en la superficie
del género, ya que también están dotados de un genio creador que suele escasear
en estos pantanosos y muchas veces estériles terrenos musicales de lo revival por los que se mueven con tan aparente soltura The Frowning Clouds.
Gente
joven, como decía, pero además con talante y personalidad. Gente echada pa´lante. Se les veía el
regusto estético clásico: algunos peinados a lo Macca cuando era mocetón, un toque hippiesco en
eso del bajista tocando sin zapatillas, la forma de moverse al ritmo de la música,
pero todo sin muchas pintas o pretensiones. Muy naturales y sencillitos, dando
más importancia a lo que iba a salir de sus guitarras...
Pese al
desconocimiento previo que servidor tenía sobre esta banda y que podía hacer
que no conectara de inmediato con la propuesta de los chicos, debo afirmar y
reconocer que el nivel de enganche de las canciones fue altísimo. Puro sonido
60´s, sin copia alguna, todo originalidad, con estructuras sencillas y
efectivas, guitarras bonitas que llegaban a nuestros oído con todo el encanto y
regusto de antaño -como esa doce cuerdas que tanto me recordó a los
míticosmitiquísimos The Byrds con Roger McGuinn a la Rickenbaker-, con esos interesantes
juegos vocales que hacen ver que detrás de este concierto hubo un trabajo
previo…
Y sí,
todo lo que he dicho hasta ahora eran las cosas buenas… Pero también hay cosas
malas. O mejor dicho una cosa mala o un detalle a pulir que en mi opinión hizo
que la noche no fuera tan redonda como debiera haber sido: la escasa
continuidad entre una canción y otra. Me da la sensación como que se tomaron el
concierto con tanta tranquilidad y calma que a veces se rozaba lo lánguido.
Fueron muchos los parones entre canciones, muchas las charlas entre los músicos,
el problema con la cuerda de una guitarra -esto le pasa a las mejores familias-,
muchos los chapurreo en español o en algo… Detalles que hicieron que sus canciones
no brillaran con la intensidad que se adivina poseen, porque potencial tienen
para dar y tomar, eso es innegable, y que la sensación global del concierto no
fuera de diez.
Pero
bueno, ataques de crítico a parte, con lo que nos debemos quedar es que lo
mejor para esta banda está todavía sin lugar a dudas aún por llegar… Y ahí
estaremos nosotros para dar fe de ello.
Y ya para despedirnos hasta el próximo concierto, ahí os dejo con el set-list. Así, en escorzo brutal es como pude conseguir fotografiar el listado de canciones del concierto que The Frowning CLouds tenían pegados al canto de sus guitarras... ¡Os
quejaréis!
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