Telarañas
de mentira, escaparates llenos de calabazas, gente con la cara pintada por las calles, Country Rock Alternativo
y un poco de desencanto... Esas fueron las referencias principales y las
coordenadas básicas por las que nos estuvimos moviendo la pasada y "jalogüinesca" noche del jueves 31 de octubre.
Tal y como
ya os anunciamos hace un par de días en Du-Dum-Dum, la sala EgoLive iba a tener
el placer de recibir dentro de su apretadísimo calendario a Lydia Loveless: una
joven artista procedente “directamente desde USA” que, precedida de un
gran cartel, se ha estado recorriendo y trabajando durante una semanita nuestra geografía desde La
Coruña hasta Jerez, pasando por Bilbao y Alcalá de Henares entre otras localidades para enseñarnos
su arte, su sonido americano.
Se puede
leer todavía en la publicidad confeccionada para los conciertos que con sus 23 añitos,
la menuda Lydia ya parece por su aplomo toda una veterana, una de esas mujeres frías
y distantes, de armas tomar, curtidas en los peores (o mejores) antros del
estado de Ohio. Una dama que tiene el talento y la capacidad para poder sonar
dulce, elegante y sobria pero también salvaje, electrizante y agresiva... Pues
bien, en un primer momento todos esos elogios parecían tomar forma y
corroborarse cuando informándonos y contemplando diversas actuaciones en las
que se ve con total claridad como Lydia Loveless y su banda eran capaces de
enfrentarse con toda la naturalidad del mundo a registros tan opuestos como lo son
el eléctrico y el acústico, para salir intactos y airosos de tal empresa. Una
prueba de ello, son estas dos maravillas de aquí abajo:
Como
íbamos diciendo, por todo esto (la publicidad y las pruebas sonoras) parecía que
el sonido americano de Lydia tenía por virtud la diversidad, el contraste, la
profundidad y la riqueza de matices. Propiedades todas ellas que de verdad nos
gustan mucho, pero que aquella noche tristemente no pudimos observar o apreciar
por ningún lado, pues desde el principio al final todo el recital se movió
siempre en una misma línea, en una única dirección. Fue un concierto donde
hemos decir en honor a la verdad que el apartado vocal que demostró Lydia fue
soberbio (y es que para cantar debes haber nacido en los ‘states’ sí o sí) pero
donde lo instrumental pecó pese a su corrección de lineal y de plano, como
carente de sorpresas… De más poso.
Y no
fuimos los únicos en sentir ese pequeño vacío, pues esta impresión la pudimos
compartir con otros compañeros allí reunidos. En nuestra opinión, el contraste
es lo que genera en el oyente la tensión, la emoción. Esperábamos encontrarnos
con algo similar en el Ego, con una constante de subidas y bajadas, con un
torbellino de sensaciones, que la voz de Lydia nos acariciara suavemente para
poco después sacudirnos a base de guitarrazos pero tristemente hemos de decir
que no fue así.
El
presentimiento de que algo no iba a marchar del todo bien empezó cuando nos
asomamos al escenario y notamos la ausencia de una guitarra acústica. Ahí es
cuando empezó a rondarnos esa sensación que no se fue nunca.
Como la
sala tardaba en caldearse, Todd May (el guitarrista de la banda y también telonero)
decidió agarrar su Telecaster y amenizar un poco al respetable que estaba
esperando a que empezara la función. Aunque el color de sus mejillas, el estado
acuoso de sus ojos y los vaivenes nos indicaban que estaba un poco
perjudicadete de lo suyo, el señor interpretó un buen puñado de canciones
descarnadas y punzantes para promocionar su disco en solitario titulado ‘Rickenbaker
Girls’ y que sirvieron para que la gente se fuera acercando un poco más al
escenario, en espera del plato principal, pero todavía quedaba un poco más por
esperar. Tras esto, Lydia se subió al escenario, acompañó con su bella voz en un
par de temas al bueno de Todd y con la misma dejadez con la que se subió, se
bajó... Y hubo otro pequeño parón. Hecho que nos hizo pensar que que lo que
hubiera estado realmente genial sería haber traído a una banda o a un artista
local, porque como bien apuntó un asistente al concierto, éstos habrían atraído
a un pelín más de público, se estaría más apretadito y calentito… Pero tampoco
fue así.
Del
concierto poco más podemos decir salvo tres cosas: la primera, que la banda al
completo tocó impecablemente bien la selección de los dos únicos discos publicados
hasta el momento de Lydia (‘The Only Man’ -Peloton 2010- e ‘Indestructible
Machine’ -Bloodshot Records 2011-) con una energía, una fuerza y una distorsión
tan cercana al Punk que hay que agradecer al baterista de nombre desconocido,
al melenas del bajista-esposo Ben Lamb y a ese Todd May echo polvo apoyado a la
pared, pero eso sí, con una fuerza tan carente de registros, que llegó a caer en
la monotonía. La segunda, que el provenir
de Lydia como cantante y compositora está completamente asegura. Y finalmente
la tercera, que las ideas y esperanzas que alberga uno en su interior a veces
no se llegan a cumplir. Lástima.
Menos mal
que vino una preciosa brujita y…
La brujita le manda besitos, señor Sánchez ;-)
ResponderEliminarNo la he llegado a ver pero los discos son fantásticos . A VER SI TENEMOS MEJOR SUERTE A MI PASO ALGO PARECIDO CON tHE cHIFFONS
ResponderEliminarbernardo de andres herrero: creo que estuvieron un poco difusos, dispersos... En estudio suena a Gloria la chica.
ResponderEliminar¡Gracias por el comentario!