Pues vamos ya a finiquitar esta segunda parte con la culminación de la ruta del Parque de Los Cerros que lleva al antiguo Castillo de Alcalá La Vieja.
Pues bien, continuando el camino del río, veremos como a mano derecha sale a nuestro paso para saludarnos la única torre que aún queda en pie (reconozco que esta expresión está desfasada, pero me hacía ilusión decirla así que ahí está). El resto de las ocho torres albarranas que llegaron a conformar el sistema defensivo se encuentran a día de hoy o desaparecidas o en un estado de conservación ruinoso, como bien se aprecia en esta fotografía:
El origen de este Castillo se remonta a una pequeña atalaya levantada por los musulmanes en torno al siglo IX con una intención claramente defensiva y estratégica: El control y dominio del territorio que comprende el curso del Henares por su paso por Alcalá dentro de un entramado de vigilancia que tenía como fin último proteger y mantener bajo su poder la zona del Tajo y la ruta que enlazaba Toledo (símbolo del centro peninsular) con Zaragoza, en un período en el que los avances y retrocesos entre los musulmanes del sur y los cristianos del norte estaban a la orden del día en la Marca Media.
Como era lógico, el asentamiento debía situarse en un enclave geográfico que fuera lo más invulnerable posible, todo lo contrario al antiguo núcleo urbano romano de Complutum, levantado en el llano y más difícil de defender. Para ello, se eligió la zona más abrupta de la orilla sur del Henares, donde la presencia del río, de las elevaciones de los cerros, barrancos, cárcavas y quebradas servían de una defensa natural perfecta. Hay puntos a los que es imposible acceder y donde el fostíón en caso de pisar en falso está asegurado:
Progresivamente y atendiendo a la evolución político-militar que acabó derivando en el control musulmán de prácticamente toda la Península, esta pequeña fortificación experimentó un notable desarrollo interno que se reflejó también en el aspecto externo. Se reforzaron y ampliaron tanto muros como torres-vigía y se hizo más compleja la articulación interna con la disposición de aljibes para el depósito del agua potable y de silos para el almacén de los alimentos. Además, hay restos que demuestran que a extramuros surgió un núcleo urbano hispano-musulmán a modo de arrabal que sirvió para concentrar a la numerosa población que acudió a la fortaleza en busca de la protección que no hallaba en el llano.
Este crecimiento, no sólo en tamaño sino también en importancia, se aprecia en las distintas nomenclaturas que recibió el castillo a lo largo del tiempo. Mientras en unos primeros documentos datados en el 920 se refieren a este emplazamiento simplemente como Al-Qul'aya (que viene a significar algo así como El Castillejo), más adelante en el siglo XI llega a aparecer documentado como Qal’at’Abd al-Salam (interpretado de múltiples y sonoras formas como por ejemplo El Castillo de Abd al-Salam o del Príncipe De La Paz). Con este nombre será conocido definitivamente por todas las gentes del lugar.
Al acercarnos a ella, la única torre superviviente ofrece con su planta cuadrada actualmente restaurada una imagen sobria y respetable, y eso que hay que tener en cuenta que su parte superior se destruyó y aparenta más pequeña de lo que en su día fue.
A los pies del promontorio sobre el que se alza el Castillo podemos ver que se han llevado a cabo algunos trabajos arqueológicos. Por lo que he estado leyendo puede que se trate de pequeñas pruebas y catas para comprobar el estado de los arrabales de los que hablamos antes. En las fotos que hice de estas excavaciones podemos ver claramente una pavimentación en ladrillo, restos de derrumbe con esas tejas y partes de un acceso a lo que pudiera ser el interior de una de las casas del complejo.
Si existieran unos paneles informativos o unas visitas guiadas os podría haber dado más datos, pero como la ciudad ha vivido durante muuuuchos años de espalda al río, poco más puedo hacer. El año pasado, en una de mis caminatas habituales me encontré con un grupo de arqueólogos que estaba trabajando allí, pero no les pregunté nada porque todavía hoy me acuerdo de la cara de sospecha que poníamos cuando excavaba, venía a acercarse alguien de fuera y nos hacía preguntas.
Una de los momentos más curiosos de mi visita al Castillo vino cuando echando un vistazo al yacimiento me topé con algo raro. Así de golpe pensé que se trataba de un balón de fútbol, pero rápidamente deseché esa idea ya que estábamos en medio de la nada más absoluta y el polideportivo quedaba un pelín bastante lejos. Me acerqué para ver de qué se trataba y fue entonces cuando me ví que no, que no era una pelotita... Era una esfera de piedra tallada.
Sí, sí, reconozco que no estamos hablando de una esfera tallada con una perfección acongojante hecha por los mayas ni nada de eso, pero me sorprendió. Desconozco la función que pudo tener (posiblemente se trata de un remate superior de algo, aunque no tuviera un hueco donde ensamblarla) o incluso si este objeto pertenece de verdad al yacimiento... Si alguien lo sabe, que lo diga.
De todas formas podéis ver por la fotografía que no se puede decir que la esfera sea pequeña. Intenté voltearla para observarla por todos lados y me costó bastante, así que teniendo en cuenta que el acceso a motor a Los Cerros está prohibido, dudo que venga algún valiente a llevarse esta bola a cuestas hasta su casa.
Ya dentro de lo que fuera el recinto principal, podemos ver como se ha ido trabajando y excavando en distintos niveles. Todavía queda mucha faena por realizar, pero no sé si con este parón que ha sufrido la arqueología con la crisis se va a poder hacer algo. Lo que está claro es que esta zona, aunque haya sufrido algún que otro expolio o metedura de pico y pala sin mucho criterio, siempre merecerá la pena intentarlo y conocer cosas nuevas.
Viendo estas imágenes a mi lo que me entra es una sensación de tristeza bastante grande por ver cómo hemos ido dejando que la apatía, la desgana y el desinterés destrozaran e hicieran añicos nuestra Historia y Patrimonio...
Pero no todo acabó en el siglo X. El devenir de los acontecimientos también hizo mella en el Castillo y sus años de esplendor iban a empezar a empañarse muy pronto. 1085 se convirtió en una fecha clave ya que la reconquista de Toledo por parte de Alfonso VI supuso a grandes rasgos el principio del fin del dominio musulmán y un punto de inflexión para la Reconquista y el avance cristiano en la Península Ibérica.
Esta dinámica política y militar tuvo su reflejo en estas tierras un poco más tarde, el 3 de mayo de 1118, fecha en la que el Arzobispo de Toledo Don Bernardo de Sedirac tomó la plaza de Qal’at’Abd al-Salam inspirado popularmente por la aparición milagrosa de la Vera-Cruz.
Casi inmediatamente, este cambio de tornas se hizo patente en la vida de la zona. Las autoridades cristianas iniciaron entonces una labor de unificación, de creación y refuerzo de la propia identidad. Suele ser esta una reacción común en todo el mundo y aquí no iba a ser diferente. De este modo surgieron historias, leyendas y tradiciones populares que contribuyeron a fortalecer la identidad cristiana del lugar. Por ejemplo, la visión en 1118 de la Vera-Cruz, o el hallazgo de la Virgen del Val en 1184 (Virgen que se convirtió en la Patrona y Alcaldesa de la ciudad y que tiene una ermita levantada en su honor justo enfrente del Castillo en la orilla contraria, representando y simbolizando perfectamente esa contraposición) son buenas muestras de cómo un poder relegó a otro.
Otra acción o consecuencia de la nueva situación fue el trasvase de la población hispano-musulmana que habitaba los arrabales de Alcalá La Vieja hacia al llano. Allí, en la rica y fértil Vega del Henares se levantó y articuló un núcleo urbano principalmente cristiano en torno a la capilla que acogía desde el siglo V los restos de los Santos Niños Justo y Pastor. Santos que según la tradición fueron martirizados en el siglo IV en Complutum y que se convirtieron en una especie de Rómulo y Remo alcalaínos.
El Castillo de Alcalá La Vieja siguió en pleno funcionamiento durante los siglos XIV y XV como soporte para el proceso de repoblación que vivió el centro peninsular, pero esta suerte iba a durar poco ya que el golpe que supuso el traslado de población antes mencionado acabaría siendo mortal debido a que el núcleo urbano cristiano conocido como el Burgo de Santiuste se convertiría definitivamente, con la Iglesia-Magistral-Catedral como centro neurálgico, en el germen y origen de lo que actualmente es la ciudad de Alcalá de Henares. Así, alejado y apartado del centro poblacional y económico que ahora era el Burgo de Santiuste, nuestro Castillo aguantaría el paso del tiempo convertido en una antigualla que no interesaba a nadie, en una cantera (somos así de listos) y en el protagonista de la entrada para un Blog…
tú di que los cantos rodaos en madrid son así, de ese tamaño, y ya está, con toda la chulería! interesantes excursiones te montas, sí señor.
ResponderEliminarLa suerte de vivir en un País con semejante historia!
ResponderEliminarCheers!
Raúl y Scott St. James: La duda sobre el pedrusco tallado ya está despejada, y es que un compañero de clase de la Facultad de Historia me ha contado que se trata de uno de los tantos proyectiles que fueron empleados en el sitio del Castillo en 1118. Que en una de las rehbailitaciones se halló incrustado en uno de los muros y que con las lluvias que hubo aquí en esta primavera, se tuvo que desprender. Y por ahí anda rulando sin que ningún responsable se haga cargo de ella... Para que vean cómo anda la situación por aquí.
ResponderEliminarMe he pasado hoy mismo de nuevo por ahí y puedo decir que las labores de excavación o limpieza del lugar deben mantenerse débilmente, porque he visto como la-bola-de-piedra-posible-proyectil está ahora situada sobre una carretilla... Espero que esto sea una señal de que en verano van a aprovechar y retomar la tarea que tanto necesita el Castillo.
ResponderEliminarVaya pedazo artículo que has escrito :D! Yo también investigué un poquillo sobre este lugar en su día :)... Mañana mismo creo que me iré a dar una vueltecilla por el parque natural, aprovechando que han bajado las temperaturas :)!
ResponderEliminarJajaja, recuerdo con nostalgia los tiempos del palulú :p! Yo pienso que masticábamos cualquier hierba que veíamos porque no teníamos ni idea de identificarla xD!
Saludos!